lunes, 30 de marzo de 2020

Desde el espacio

Escritos en tiempos de Pandemia. 

Un mensaje me llegó
desde el espacio
no entendía que decía 
pensé, que era un rumor

Y se alborotaron miles
por esos días
pero nadie supo hacerme
de traductor

Encerrado te busqué
en tu nave escapabas
una mochila cargabas
de aquel amor.

(Continuará)

miércoles, 25 de marzo de 2020

Julián

La Gloria - Hojas Secas

 

Recomiendo escuchar esa canción durante la lectura para entrar en clima.

 

 

Iban a hacer casi 9 meses desde que se habían separado, pensaba Julián

que mayormente todo eso para aquel entonces era cosa del pasado,

aunque siempre algo un detalle una canción volvía para presentarse

ante su realidad (claramente sin aviso) como esas visitas que se

invitan solas en los momentos menos oportunos...

Le gustaba por aquel entonces salir a caminar en las tardes, sin

rumbo fijo, alguna plaza seguramente sería el lugar ideal para

despejarse de aquel departamento mal iluminado y con poca

ventilación que lo asfixiaba y lo encerraba.

Un mandado qué no recordamos ahora, fue la excusa para bajar a la

calle.

Era otoño, un jueves del mes de mayo, a esa hora cuando rápidamente

se hace de noche; Julián amaba colgar viendo ese color del cielo que

sólo dura unos minutos con alguna estrella brillante de fondo

anunciando el anochecer.

Tenía un sobretodo negro, el pelo corto pero muy despeinado, ni

siquiera se miró al espejo antes de salir, tomó las gafas de sol que

siempre tenía a mano y empezó a caminar por la avenida.

Hacía frío (aunque le gustaba sentirlo) y meter las manos en aquellos

bolsillos abrigados.

Apenas bajó por el ascensor ya había olvidado que había salido para

un mandado, ya no importaba...

Un cardumen de peces metálicos pasó frente a sus ojos, los autos sin

rumbo (pensaba) con las luces ya encendidas, a dónde irán?.

Poco antes de la primera esquina giro su cabeza hacia la izquierda y

quedó su mirada clavada el colectivo que había frenado hacía un

instante a su costado, repasó las caras de un tirón, le parecían

todas iguales, grises, todos pasajeros de un mismo aburrimiento

hasta que la vio...

Carla quedó mirándolo en el momento en que el semáforo le dio luz

verde cruzaron miradas, inexplicables en las que parece detenerse el

tiempo.

Si me preguntan a mí creo que Julián sabía existía la remota

posibilidad de que esa jugada sucediera, como en un sueño de poca

monta pero con mucho detalle.

Inconscientemente sabía el recorrido y los horarios de Carla..

Habían pasado 7 meses desde la última vez que se vieron con alguna

excusa, Julián hizo de cuenta como si nada pasara…

puta suerte la mía! (Pensó)

Aunque en algún punto, en alguna parte de su ser le dio una mala

alegría aquel cruce de miradas.

Vivía a 3 cuadras de parque Rivadavia , y aunque no le gustaba el

barrio, amaba las plazas, todas tenían para él un encanto, esta era

una de sus preferidas.

 Vio que estaba por cambiar el semáforo así

que apuró el paso, casi trotando últimos metros.

Ya en la vereda de la plaza se calzó los auriculares, encendió el

walkman y mientras comenzaba la primera canción miró el bondi

alejarse de a poco, sabiendo que adentro iba también una parte de su

corazón.

Los primeros pasos los hizo mirando las baldosas, las luces de los

autos atravesaban fugaces la avenida; comenzó a cranear triste una vuelta al parque y volver enseguida.

Caminó la primer cuadra con paso apurado, se dio cuenta que no tenía

a dónde ir ni tampoco adónde llegar, sonrío un instante pensando que

su departamento iba a estar tal cual lo dejó aunque se ausentara por

mil años.

Pisó algunas hojas secas, le daba placer el crujido que hacían, sonrió y sintió que era algo infantil esa actitud, más también era algo que le gustaba...

Aunque a decir verdad con los anteojos de sol puestos no veía

demasiado, un farol de la plaza le enseñaba la silueta de un banco,

y hacia allí se dirigió.

Por más que intentara no lograba sacar esa “foto” de su cabeza

prefería recordar esa mirada tan dulce y tan fría a la vez, la

retuvo en su memoria antes de que se disipe en el tiempo.

Tenía el pelo suelto, abrazaba unas carpetas y tenía puestos sus

anteojos, (a Julián le encantaba verla con esas gafas)

Sacó un faso recién armado y lo prendió sin pensarlo demasiado,

comenzó a mirar la actividad del parque, gente que pasaba rápido a

ningún lugar, alguno que había salido a correr, un niño caprichoso

llorando de la mano de su madre, una pareja besándose, una anciana

que volvía de hacer los mandados,bah… lo de siempre.

La primera pitada fue larga, llenó su boca y sus pulmones, contuvo

el humo pensando un segundo en aquella mirada y se quedó ese momento en

aquella nube blanca dulce y espesa que salió de su boca.

Fueron tres, cuatro pitadas, vio por el rabillo del ojo gente que

iba y venía, tenía las piernas cruzadas y la mirada clavada en el

piso.

- me das una pitada?

Julián se exaltó por un instante... miró aquella sombra sin

reconocer, más perseguido qué asombrado.

- te asustaste?

Era Carla… la mujer del colectivo.

Cuando lo vio en ese segundo que duró la mirada Carla supo que Julián,

estaba triste, lo conocía, después de 2 años juntos, leía

perfectamente lo que esos ojos traían encima..

Carla bajó en la parada a dos cuadras del parque, y tomó dirección hacia aquel

banco dónde habían compartido tantas cosas juntos, besos calenturas,

discusiones y promesas.

-qué haces!? Dijo Julián

-  nada te vi y sabía que ibas a estar acá, este es nuestro banco.

- es verdad, vine automáticamente, ni lo pensé creo, qué sorpresa

tanto tiempo...

Julián moría de alegría por dentro, pero intentaba disimular.

- si te vi ahí saliendo de tu casa cálculo y nada me dieron ganas de

charlar, pásame ese cigarro, dale!.

Le dijo Carla con esa sonrisa maldita que todo lo podía.

Una hora duró la charla en la plaza, se fueron al departamento de

Julián pidieron comida y se acostaron.

Era casi un sueño, no podía creer que Carla estuviese de nuevo

desnuda en su cama así de la nada, se durmió alegre abrazándola.

Hasta los sueños fueron lindos esa noche, era la mañana del viernes

y no había horarios ni alarma, apenas abrió los ojos la buscó a su

lado para abrazarla, pero Carla ya no estaba.

Levantó la vista y vio en la mesa una hoja que así decía:

“Gracias por el cigarro y la comida, gracias por la noche qué

pasamos, de verdad lo pasé hermoso, la semana que viene me voy a vivir a España con mi pareja que tengas buena vida Julián!

Te quiero, Carla”

Julián se sentó y la leyó dos o tres veces, no terminaba de caer,

esta despedida era para siempre, justo cuando despertó soñando que

la suerte empezaba a cambiar.

Miró por la ventana, era un día horrible, llovía a cántaros y en un

segundo una lágrima atravesó su cara hasta colarse por la comisura

del labio, sintió que tenía el sabor del

"Hasta Siempre!"