Página personal de Nicolás Barros, acá encontrarán las cosas que escribo y siento, espero les gusten!
lunes, 30 de marzo de 2020
Desde el espacio
miércoles, 25 de marzo de 2020
Julián
La Gloria - Hojas Secas
Recomiendo
escuchar esa canción durante la lectura para entrar en clima.
Iban
a hacer casi 9 meses desde que se habían separado, pensaba Julián
que
mayormente todo eso para aquel entonces era cosa del pasado,
aunque
siempre algo un detalle una canción volvía para presentarse
ante
su realidad (claramente sin aviso) como esas visitas que se
invitan
solas en los momentos menos oportunos...
Le
gustaba por aquel entonces salir a caminar en las tardes, sin
rumbo
fijo, alguna plaza seguramente sería el lugar ideal para
despejarse
de aquel departamento mal iluminado y con poca
ventilación
que lo asfixiaba y lo encerraba.
Un
mandado qué no recordamos ahora, fue la excusa para bajar a la
calle.
Era
otoño, un jueves del mes de mayo, a esa hora cuando rápidamente
se
hace de noche; Julián amaba colgar viendo ese color del cielo que
sólo
dura unos minutos con alguna estrella brillante de fondo
anunciando
el anochecer.
Tenía
un sobretodo negro, el pelo corto pero muy despeinado, ni
siquiera
se miró al espejo antes de salir, tomó las gafas de sol que
siempre
tenía a mano y empezó a caminar por la avenida.
Hacía
frío (aunque le gustaba sentirlo) y meter las manos en aquellos
bolsillos
abrigados.
Apenas
bajó por el ascensor ya había olvidado que había salido para
un
mandado, ya no importaba...
Un
cardumen de peces metálicos pasó frente a sus ojos, los autos sin
rumbo
(pensaba) con las luces ya encendidas, a dónde irán?.
Poco
antes de la primera esquina giro su cabeza hacia la izquierda y
quedó
su mirada clavada el colectivo que había frenado hacía un
instante
a su costado, repasó las caras de un tirón, le parecían
todas
iguales, grises, todos pasajeros de un mismo aburrimiento
hasta
que la vio...
Carla
quedó mirándolo en el momento en que el semáforo le dio luz
verde
cruzaron miradas, inexplicables en las que parece detenerse el
tiempo.
Si
me preguntan a mí creo que Julián sabía existía la remota
posibilidad
de que esa jugada sucediera, como en un sueño de poca
monta
pero con mucho detalle.
Inconscientemente
sabía el recorrido y los horarios de Carla..
Habían
pasado 7 meses desde la última vez que se vieron con alguna
excusa,
Julián hizo de cuenta como si nada pasara…
puta
suerte la mía! (Pensó)
Aunque
en algún punto, en alguna parte de su ser le dio una mala
alegría
aquel cruce de miradas.
Vivía
a 3 cuadras de parque Rivadavia , y aunque no le gustaba el
barrio,
amaba las plazas, todas tenían para él un encanto, esta era
una
de sus preferidas.
Vio que estaba por cambiar el semáforo así
que apuró
el paso, casi trotando últimos metros.
Ya
en la vereda de la plaza se calzó los auriculares, encendió el
walkman
y mientras comenzaba la primera canción miró el bondi
alejarse
de a poco, sabiendo que adentro iba también una parte de su
corazón.
Los
primeros pasos los hizo mirando las baldosas, las luces de los
autos
atravesaban fugaces la avenida; comenzó a cranear triste una vuelta al parque y
volver enseguida.
Caminó
la primer cuadra con paso apurado, se dio cuenta que no tenía
a
dónde ir ni tampoco adónde llegar, sonrío un instante pensando que
su
departamento iba a estar tal cual lo dejó aunque se ausentara por
mil
años.
Pisó
algunas hojas secas, le daba placer el crujido que hacían, sonrió y sintió que
era algo infantil esa actitud, más también era algo que le gustaba...
Aunque
a decir verdad con los anteojos de sol puestos no veía
demasiado,
un farol de la plaza le enseñaba la silueta de un banco,
y hacia
allí se dirigió.
Por
más que intentara no lograba sacar esa “foto” de su cabeza
prefería
recordar esa mirada tan dulce y tan fría a la vez, la
retuvo
en su memoria antes de que se disipe en el tiempo.
Tenía
el pelo suelto, abrazaba unas carpetas y tenía puestos sus
anteojos,
(a Julián le encantaba verla con esas gafas)
Sacó
un faso recién armado y lo prendió sin pensarlo demasiado,
comenzó
a mirar la actividad del parque, gente que pasaba rápido a
ningún
lugar, alguno que había salido a correr, un niño caprichoso
llorando
de la mano de su madre, una pareja besándose, una anciana
que
volvía de hacer los mandados,bah… lo de siempre.
La
primera pitada fue larga, llenó su boca y sus pulmones, contuvo
el
humo pensando un segundo en aquella mirada y se quedó ese momento en
aquella
nube blanca dulce y espesa que salió de su boca.
Fueron
tres, cuatro pitadas, vio por el rabillo del ojo gente que
iba
y venía, tenía las piernas cruzadas y la mirada clavada en el
piso.
- me
das una pitada?
Julián
se exaltó por un instante... miró aquella sombra sin
reconocer,
más perseguido qué asombrado.
- te
asustaste?
Era
Carla… la mujer del colectivo.
Cuando
lo vio en ese segundo que duró la mirada Carla supo que Julián,
estaba
triste, lo conocía, después de 2 años juntos, leía
perfectamente
lo que esos ojos traían encima..
Carla
bajó en la parada a dos cuadras del parque, y tomó dirección hacia aquel
banco
dónde habían compartido tantas cosas juntos, besos calenturas,
discusiones
y promesas.
-qué
haces!? Dijo Julián
- nada te vi y sabía que ibas a estar acá, este
es nuestro banco.
- es
verdad, vine automáticamente, ni lo pensé creo, qué sorpresa
tanto
tiempo...
Julián
moría de alegría por dentro, pero intentaba disimular.
- si
te vi ahí saliendo de tu casa cálculo y nada me dieron ganas de
charlar,
pásame ese cigarro, dale!.
Le
dijo Carla con esa sonrisa maldita que todo lo podía.
Una
hora duró la charla en la plaza, se fueron al departamento de
Julián
pidieron comida y se acostaron.
Era
casi un sueño, no podía creer que Carla estuviese de nuevo
desnuda
en su cama así de la nada, se durmió alegre abrazándola.
Hasta
los sueños fueron lindos esa noche, era la mañana del viernes
y no
había horarios ni alarma, apenas abrió los ojos la buscó a su
lado
para abrazarla, pero Carla ya no estaba.
Levantó
la vista y vio en la mesa una hoja que así decía:
“Gracias
por el cigarro y la comida, gracias por la noche qué
pasamos,
de verdad lo pasé hermoso, la semana que viene me voy a vivir a España con mi
pareja que tengas buena vida Julián!
Te
quiero, Carla”
Julián
se sentó y la leyó dos o tres veces, no terminaba de caer,
esta
despedida era para siempre, justo cuando despertó soñando que
la
suerte empezaba a cambiar.
Miró
por la ventana, era un día horrible, llovía a cántaros y en un
segundo
una lágrima atravesó su cara hasta colarse por la comisura
del
labio, sintió que tenía el sabor del
"Hasta
Siempre!"